
Con el reavivamiento del interés por los druidas en épocas recientes, la pregunta acerca de cómo eran, ha sido en gran medida un asunto de imaginación. Las representaciones antiguas tienden a mostrarlos vestidos con unas vagas vestiduras clásicas. Aylett Sammes, en su "Britannia Antiqua Illustrata" (1676) muestra a un druida descalzo vestido con una túnica hasta las rodillas y una capucha. Sostiene un bastón en una mano y en la otra, un libro y un retoño de muérdago; una bolsa cuelga de su cinturón.
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