domingo, 3 de junio de 2007

El Dios y la Diosa


El Dios y la Diosa son los aspectos divinos de los principios masculino y femenino, escénica de toda vida. En la antigüedad las personas vivían en más estrecho contacto con la naturaleza y, de forma instintiva, relacionaban a sus dioses con los elementos de la naturaleza.

En muchas culturas los símbolos de la Diosa eran la tierra y la luna, en tanto que los de su consorte eran el cielo y el sol. Ella es el misterio oculto; él es la energía desatada. Cuando ambos se encuentran tiene lugar la creación. Como la Diosa es la personificación de la tierra, se la hace equivaler a la madre, que nos alimenta y provee para nuestras necesidades.

Las civilizaciones antiguas construyeron templos y santuarios como tributo a su poder y a su fuerza; se celebraban grandes festividades en su honor. Ella era el objeto último de toda la adoración religiosa en el mundo antiguo, ya que sin la protección de la pródiga y divina madre, el hambre asolaría la tierra. Como gran proveedora que era, estaba intrínsecamente vinculada con el destino de la humanidad.

Participar en un acto que apaciguaba y complacía tanto a los seres mortales e inmortales era considerado como la más excelsa forma de devoción. Como el mundo contemporáneo parece aquejado de problemas insuperables, las persona comienzan a poner sus ojos en la antigua mitología de la Diosa para encontrar sus propias soluciones. Por esta razón, hemos de permitir vivir de nuevo a la Diosa; la hemos de incorporar de nuevo a nuestras vida porque necesitamos sentir nuestro orgullo interior. La Diosa es la inspiración divina de la humanidad. No es sólo la reina de los cielos y de la tierra, es además Diosa del amor sexual. A través de la unión con ella la humanidad puede retornar a su suprema gloria espiritual. No obstante si se quieren alcanzar sus aspectos más fructíferos la unión ha de ser un acto de profunda y desesperada devoción.

Según los textos y escrituras antiguos , los humanos estamos hechos a imagen de Dios. Esto significa que todas las mujeres en la faz de la tierra encarnan el principio femenino, y que todos los hombres personifican el principio masculino. Es hora ya de que mutuamente se reconozcan su mérito y potencial. Ello no se puede conseguir con un espíritu de competición y rivalidad. Requiere, por el contrario, un mutuo respeto fundamentado en la necesidad natural que los unos tenemos de los otros, una necesidad que sólo un ser opuesto puede satisfacer

1 comentario:

Debora Rocco dijo...

Hola,
Completamente correcto lo que está escrito; equivale a decir: "estamos en una época que se hace imprescindible substituir el espíritu de lucha por el espíritu de cooperación!.
Te linké en mi blog para mayor benefício de mis lectores.
Bendiciones de la Diosa!